viernes, 12 de febrero de 2016

JAMONARTE

Nos comentaba hace unos días el responsable de un centro de producción artística cuál era uno de sus mayores retos en esos momentos: conseguir desbloquear en la aduana un paquete que venía desde China, una máquina de tatuajes solicitada por uno de los alumnos que desarrollan sus proyectos artísticos en el centro.

Antes era más sencillo: un lienzo, unas pinturas al óleo o acrílicos, unos pinceles… Pero ahora conseguir satisfacer las necesidades de “material” para los artistas se ha convertido en un auténtico quebradero de cabeza. Pero los retos no acaban aquí.

Hace unos años uno de los alumnos, Kasper Kovitz (Viena, 1968) pidió sangre de buey y dos jamones ibéricos para desarrollar su proyecto. Con la sangre pintó una serie de imágenes que representaban sucesos históricos y en los jamones esculpió los rostros de Miguel de Unamuno y Sabino Arana, dos personajes que desempeñaron un papel importante en la defensa de “lo vasco” aunque desde posiciones opuestas. Kovitz “enfrentó los jamones” y tituló su obra “Carnalitos”, expresión que designa a los amigos de la misma sangre. 


“Carnalitos”, obra de Kasper Kovitz


Bien, los jamones ibéricos no fueron difíciles de conseguir, la sangre de buey un poco más. Pero ahora viene el segundo reto: ¿cómo almacenar y conservar estas obras? Estamos acostumbrados a ver los cuadros de los museos perfectamente ordenados y clasificados en sus archivadores pero ahora ¿habrá que instalar un arcón frigorífico para los jamones?, ¿cómo evitar que se deteriore la sangre de buey?, ¿tendrán que contratar a las religiosas que custodian la sangre incorrupta de San Pantaleón en el Monasterio de la Encarnación?

Archivadores de cuadros

Es solo un ejemplo de lo que, más allá de la pura anécdota, empieza a ser un grave problema en los centros artísticos de vanguardia. Una solución sería asumir por parte de todos, artistas y centros de exhibición, el carácter efímero de estas obras. Otra, sumarse al deseo manifestado recientemente por el conservador de obras del Centro Pompidou de París: “Ojalá hubiese un incendio en los almacenes y desaparecieran todas las obras para poder empezar de cero”.

Os preguntaréis que hizo Kasper Kovitz con el “negativo” de su escultura, es decir, con los descartes del jamón. ¡Buen provecho!

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