martes, 27 de enero de 2015

VACAS MAGNÉTICAS

Los de la Academia de Ciencias de Estados Unidos me han hecho la puñeta. En la última salida a lomos de mi cabalgadura de dos ruedas me han obligado a hacer continuas paradas para tratar de dar validez a su reciente estudio publicado en la revista “Proceedings”. Así que cada vez que divisaba un prado con un grupo de vacas ponía pie a tierra para proceder a una minuciosa observación. Y todo porque dicho estudio sostiene que “los rebaños de bóvidos muestran una clara preferencia por una alineación acorde con el campo mágnético terrestre”. Vamos, que los animales se comportan como brújulas, indicando con los cuernos o con el rabo el norte mágnetico de nuestro planeta.

Me he puesto a la tarea y he observado con atención la dirección cuerno-rabo de estos animales intentando confirmar la tesis de los investigadores estadounidenses. No ha sido fácil, la reseña sobre el estudio no desvelaba si dicha alineación se da mientras pastan o mientras rumian recostadas. Ni si esa orientación es la misma en el hemisferio norte y en el hemisferio sur. Y tampoco si es el cuerno o el rabo-cola el que actúa como aguja magnética. De repente, y como respondiendo a mis dudas, una de las vacas ha levantado el rabo y he pensado: “Hacia allí está el norte”. Pero enseguida he podido comprobar que esa acción se ha debido a una necesidad fisiológica apremiante que poco tenía que ver con su orientación, supongo.

No acababa de verlo claro, si bien el número de ejemplares con que me encontraba en cada prado tal vez era escaso para sacar unas conclusiones definitivas. O, como se diría en términos estadísticos, las muestras y los perfiles no eran lo suficientemente amplios y variados. Cuando ya estaba a punto de tirar la toalla, y tras una curva cerrada, ha aparecido una pequeña campa junto al río en la que… ¡se alineaban! de forma casi militar docena y media de vacas. ¡Eureka!, he exclamado. A ver si los de la Academia van a estar en lo cierto. La visión de ese rebaño geométrico me ha alterado de tal forma que no conseguía ubicar el norte. El cielo estaba nublado con lo que la posición del sol no podía ser mi aliado en esa búsqueda. Y no llevaba encima brújula ni artilugios similares. Sin embargo he sido capaz de imaginar mi próxima singladura, si se confirmaba la tesis, llevando a bordo una vaca tudanca que haría las veces de brújula y gps, y además nos aportaría los lácteos que siempre se echan en falta en las travesías.


Pero pronto se ha truncado mi fantasía marítima al comprobar la razón por la que las hermosas vacas tudancas se mantenían erguidas en dirección norte-sur, este-oeste o la que fuera: sus cuernos, su morro, sus ojos, apuntaban hacia la campa de al lado en la que tras una alambrada de espino se encontraba recostado, con aparente indiferencia, un magnífico ejemplar de toro negro zaino. Así que puedo confirmarlo: el efecto de la atracción magnética existe entre los bóvidos.

No hay comentarios: