viernes, 28 de noviembre de 2014

GENEROSIDAD

Hace unos días, en una reunión de trabajo, un compañero le hacía a otro el siguiente reproche: “Qué poco generoso eres, Iñaki (nombre simulado)”. Al escucharlo me sorprendió la sutileza del reprochador al sustituir la acusación de egoísmo por su antónimo, la generosidad. Me pareció elegante.

Pero asimismo redescubrí esa palabra, ese término que yacía un poco adormecido en el cajón de mi vocabulario. Y no había caído en la cuenta de que la generosidad abarca una serie de cualidades que a veces yo he intentado destacar de alguna persona a través de otros términos, con poco éxito: una persona amable, cercana, que sabe escuchar, que se presta a colaborar, a aportar, que da ánimos, que irradia “buena onda” (como dicen en México), que desprende energía positiva solo con su mirada, que nos brinda una sonrisa sincera… Y ¡vaya!, de repente me doy cuenta que con una sola palabra me basta.

Es una especie, la de la persona generosa, que abunda poco, incluso en peligro de extinción diría yo. Porque la generosidad supone no esperar nada a cambio de tu acción, de tu actitud. Y eso, en una sociedad basada en el intercambio, en el dar para recibir, en la suspicacia y la competitividad, se convierte en la acción de una “rara avis”. Aunque estoy seguro de que finalmente hay algún tipo de contrapartida para el generoso, pero que tiene más que ver con sensaciones o estados de ánimo al haberse quitado de encima ese peso del trueque establecido.

En ese sentido tengo que afirmar que, a día de hoy, en mi entorno habitual, en mi pequeño ecosistema, no tengo carencias en lo que a la generosidad se refiere. Disfruto de la presencia de varios ejemplares de “homo generosus” (acabo de visitar los yacimientos de Atapuerca). Y eso se traduce en momentos de felicidad. Sí, me considero afortunado, y ojalá el “homo generosus”, a pesar de todo, corra mejor suerte que la que tuvo el “homo neanderthalensis”.

Compañero Iñaki, a ver si eres un poco más generoso y dejas de estar… incordiando (de primeras me había salido otra expresión, pero no toca) al personal día sí y día también. Sé que es difícil evolucionar, pero seguro que tú puedes.

Miguelón

Y, por cierto, no venimos del mono sino de Miguelón: http://www.museoevolucionhumana.com/~museoevo/es

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