Nunca
me han gustado los refranes (“sentencias
o dichos populares que enseñan o aconsejan algo”.) ¿Por qué? Hasta ahora no
me había parado a pensar en ello. Simplemente me resultaban antipáticos.
Presumen
de reflejar la sabiduría popular acumulada durante décadas. Y así surgen, por
ejemplo, los refranes “meteorológicos”. Que si “En abril aguas mil”; que si “Marzo
ventoso y abril lluvioso”… Analizando datos estadísticos, ni marzo es el
mes más ventoso del año ni abril el más lluvioso. Así que por este lado no
cuela. Qué decir de “Hasta el cuarenta de
mayo no te quites el sayo”. No hay que ser demasiado espabilado para saber
que a mediados de Junio, final de la primavera, el tiempo es ya bastante
benevolente y no exige grandes coberturas.
Si
alguien me dice “A quien madruga Dios le
ayuda”, le contesto que, en primer lugar, dudo que Dios se moleste en ayudar
a esas horas tan tempranas, probablemente ni se habrá levantado. A continuación
le espeto: “No por mucho madrugar amanece
más temprano.” Contradicción total en esa supuesta sabiduría popular.
“Lo bueno si breve, dos veces
bueno.” ¿Por qué renunciar a un placer más
extenso? Parece que estamos ante un caso de represión encubierta (o sin
encubrir). Y que me decís a “Más vale
pájaro en mano que ciento volando.” También destila cierto tufillo, falta
de ambición, de búsqueda. Quizás sea el reflejo de una cultura y una sociedad conformista,
que no se planteaba demasiadas preguntas.
Si
hacemos caso a refranes marineros como “A
barco desesperado, Dios le encuentra puerto” (otra vez con Dios a vueltas)
o “Norte claro sur oscuro, aguacero
seguro” frente a “Norte oscuro,
temporal seguro”, llevamos todas las papeletas para ir a pique. Eso sí, “Tras mala navegación, el puerto sabe
mejor.”
Hablando
de las relaciones sociales, “De la buena
gente guárdate, de la mala escóndete.” ¿Qué nos queda entonces, la gente
regular? Y ojo con irse de viaje porque “El
muerto y el ausente no son gente.” Eso sí, a la hora de elegir pareja hay
que ser meticuloso porque si no… “Mal
haya quien me casó con una mujer tan fea, que no la puedo sacar donde la gente
la vea.”
Ante
las cuestiones de trabajo el refranero, ¡cómo no!, también despliega toda su
sapiencia. “A quien trabaja, el día nunca
le parece largo.” Juro que a mí algunos días se me han hecho eternos. “El hombre a trabajar y la mujer a gastar.”
Parece que en esta asunción de la división de tareas, ya de por sí
clarificadora, se pasan por alto “algunas” de las realizadas por la mujer
trabajadora en la casa. “Si trabajas por
tu cuenta, nunca te saldrán las cuentas”, buen impulso y ánimo para los
jóvenes emprendedores.
Y
en torno a la educación, recomendaciones lúcidas y contundentes. “Al niño y al mulo, en el culo.” No está
mal la equivalencia. “Ir contracorriente
no es de hombre prudente.” Pues a seguir la corriente… o a ser imprudente. “La letra con sangre entra” o “No hay razón como la del bastón” dejan
bien claro cuál es el método de enseñanza más efectivo.
Pues
no me gustaban los refranes. Pero es que ahora, después de hacer este rápido
repaso, siguen sin gustarme y además me estoy empezando a cabrear. Menos mal que
“A la fuerza, ni el zapato entra” y
además “Lo poco agrada y lo mucho
enfada.”
Así
que poco más voy a decir. Eso sí, en lugar de “Cien refranes, cien verdades” yo diría “Hombre refranero, hombre majadero.”