domingo, 21 de octubre de 2012

CINE Y ARQUITECTURA (2): FAROS


Siempre me han fascinado los faros. Tal vez sea porque en ellos se conjugan dos de mis pasiones, la arquitectura y la navegación. Son construcciones en el límite del territorio, sobre esa línea quebrada que separa la tierra del mar. Y con una función muy definida, el de la señalización luminosa para la ayuda a la navegación. Desde el mar las embarcaciones no sólo ven el haz luminoso del faro que advierte de la proximidad de la costa sino que también reciben información de su emplazamiento gracias a su código de intervalos luminosos (algo similar al código morse). Es decir, cada faro tiene una secuencia luminosa diferente que lo identifica.
Los modernos sistemas de navegación por satélite han restado protagonismo a estas torres de señalización pero aún siguen siendo útiles para verificar la posición.
Desde las antiguas torres de vigía en las que se encendían hogueras hasta los modernos faros automáticos manejados a distancia, mucho han cambiado los sistemas de iluminación y los métodos construidos empleados. Sin embargo hay dos constantes que se mantienen, que son sus señas de identidad: su verticalidad y su luminosidad. No es raro que en el campo de la arquitectura utilicemos el término faro para definir algún elemento de nuestros proyectos que cumpla con dichas características. Incluso para referirnos a aquella persona que para nosotros ha supuesto una referencia sólida y que ha iluminado de alguna forma nuestro camino profesional o personal.
Pero quizás su mayor atractivo radique en ese emplazamiento único, en las condiciones extremas de los acantilados ante los embates furiosos del mar.
Y, por supuesto, el cine (la tercera de mis pasiones) no ha dejado pasar de largo esa capacidad visual, esos lugares alejados e inhóspitos, esa gran carga simbólica, para incorporarlo como escenario o como auténtico protagonista en un amplio número de películas. Estos son tres ejemplos diversos, tanto en su cronología como en su género.

“El faro del sur” (Eduardo Mignogna, 1998).
Antes de que el cine argentino irrumpiese con fuerza en España a través de películas como “El hijo de la novia”, el director Eduardo Mignogna realizó esta película de búsquedas, de huidas del dolor y de encuentros en el tiempo. Es la historia de dos hermanas que quedan huérfanas, a través de su itinerario geográfico y sentimental. Y es precisamente en un viejo faro y en su guarda-faro o farero donde hallan su hogar y su familia. No olvidemos que en muchas ocasiones los faros albergaban asimismo la vivienda de la persona o familia que se hacía cargo del mismo. Película de gran finura y que consigue emocionar.



“La luz del fin del mundo” (Kevin Billington, 1971).
A pesar de ilustres actores como Kirk Douglas, Yul Brynner o Fernando Rey, se trata de una extraña coproducción USA-Liechtenstein-España-Suiza, que destila un tufillo a película de serie B. Probablemente un director poco experimentado y un bajo presupuesto tienen la culpa. Precisamente en esa cierta tosquedad radica también su encanto. Basada en una novela de Julio Verne y ambientada en el entorno del Cabo de Hornos, pero rodada en la Costa Brava, estamos ante una película de aventuras que cuenta la historia de unos piratas que asaltan un faro situado en una isla rocosa. El plan de los piratas consiste en apagar la luz del faro para que los barcos se estrellen contra los arrecifes y poder adueñarse después del botín. El faro, en este caso, como protagonista principal. 

Ver entrada de este blog “Cabo de Hornos”:


“Jennie” (William Dieterle, 1948).
Pequeña obra maestra rodada en un extraordinario blanco y negro (casi más negro que blanco). Podría encuadrarse tanto dentro del género fantástico como del romántico. Se trata de una historia de amor onírico, casi surrealista. De hecho, era una de las películas favoritas de Luis Buñuel. Cuenta la historia de un pintor abatido por haber perdido la inspiración que conoce, un frío día de invierno, a una chiquilla en Central Park (Nueva York), y a partir de ese momento se suceden una serie de encuentros en los que la chica, de forma casi mágica, va convirtiéndose en una bellísima joven de la cual el pintor se enamora. La escena del faro que parece estremecerse en la tenebrosa tormenta entre intensos relámpagos pretende reflejar el paisaje del mundo inalcanzable y convulso en el que se ha visto sumergido el protagonista.

Ver entrada de este blog “Películas Románticas”:


Hay muchas más películas y muchos más faros. Que nos sigan iluminando.



2 comentarios:

Anónimo dijo...

De "Lucía y el sexo", la película de Julio Medem rodada en el entorno de un faro de Formentera, hay quien hacía una interpretación fálica de dicho faro. No sé si esa sería la intención del director.

Luis

Bernardo I. García de la Torre dijo...

Desconozco si esa era la intención del director, pero no creo que sea relevante. De cualquier forma, las películas de Julio Medem admiten muchas interpretaciones, quizás demasiadas.